¡A octavos!

Dicen que para festejar hay que saber sufrir y Racing soportó la angustia para poner el grito en los octavos de final de la Libertadores. En un Cilindro que lució colmado otra vez, la Academia compensó las carencias en el juego con una audacia innegociable, derrotó a la Universidad de Chile por 1 a 0 y, a falta de una fecha para el final de la fase de grupos, sacó pasaje para la etapa de la Copa que comenzará después del Mundial.

No se puede ir ganando antes de jugar. La ansiedad fue el principal enemigo del equipo de Coudet en una cita en la que tenía todo a favor de antemano. Pelota y campo en el arranque, la velocidad para recuperar tras las pérdidas resultó la mejor arma para someter a un adversario que se plantó con el orden de sus dos líneas de cuatro como bandera. Sin claridad en los metros finales de la cancha, las imprecisiones dominaron la escena y el ímpetu de los primeros minutos se diluyó sin que el gol trajera la calma que la multitud reclamaba. El conjunto de Esteban Valencia percibió esa falta de lucidez en las piezas desequilibrantes del anfitrión y apretó las clavijas con la esperanza de lastimar de contragolpe. Pudo haberlo hecho pero no expuso la jerarquía que exigían las oportunidades. La Academia, en cambio, sólo ofreció insinuaciones que partieron de la gambeta de Centurión pero que no alcanzaron para preocupar seriamente a De Paul.

Golpe de timón. Zaracho y Solari reemplazaron a Cardozo y a González y el mediocampo se rearmó como para volver a dominar. La amplitud la dieron los laterales y Centurión y Solari se ubicaron por adentro en busca de la espalda de los volantes chilenos. Sin muchos movimientos de desmarque para hallar profundidad, la apuesta fue que los nombres propios combinaran lo más cerca posible del arco contrario para regalar la solución. Zaracho, el más inteligente para organizar los ataques, tuvo una posibilidad en el área pero el remate le salió mordido. Soto se proyectó y el arquero respondió con un manotazo. Los delanteros recibieron poco y, en general, en circunstancias desfavorables. A la Academia le sobraban ganas pero no chispa.


La tensión se tornó protagonista durante el último cuarto de hora. Los chiflidos al árbitro alternaron con las canciones de aliento. La urgencia impuso su ritmo. Pero Racing lo buscó. Con la valentía como estilo. Con la convicción de que había margen. 35 minutos señaló el reloj. Donatti rompió los esquemas y controló afuera del área. Nadie lo esperaba ahí. Se perfiló y probó. El resto fue un estallido. Un estallido interminable. Un estallido al que corresponde llamar desahogo. La expulsión de Reyes no modificó un encuentro al que la Academia había perseguido con una tenacidad digna de aplausos. Por eso el equipo se retiró así, envuelto en una ovación que ratifica el sueño de los hinchas. No es para menos: no hay nada más lindo que irse a dormir con la certeza de estar en carrera por la gloria del continente.

Prensa Racing

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