La pasión por el fútbol y el amor al barrio dónde uno crece son los condimentos necesarios para que un club nazca. Este hecho viene sucediendo hace más de un siglo y hasta el día de hoy siguen surgiendo nuevas instituciones con sueños de gloria que abraza a toda una ciudad.
Pero también, así
como la dicha de un nuevo club enciende los corazones, la desaparición de uno
de estos, crean un vacío con sentimientos de orfandad.
En la historia de
fútbol son cientos los clubes que se han perdido en el tiempo. Algunos que
llegaron hacer grandes con lauros importantes en sus vitrinas. Muchos de ellos murieron
a causa de problemas económicos, otros fueron desafiliados por su organismo
madre y algunos hasta por propia voluntad de su comisión directiva se alejaron
de este maravilloso deporte.
Sin embargo, el
amor de los hinchas hizo que algunos vuelvan a la vida, pero de manera
diferente. Refundaciones, clubes nuevos que adoptaron el viejo nombre o
instituciones que debieron cambiar su nombre y colores a manos de un inversor económico
fueron el sacrificio requerido para volver a competir.
Aunque en el
mundo un caso resalta por ser único. No solo por haber sido desafiliado por
deudas económicas, pero lograr volver sin necesidad de refundaciones, cambios
de nombres o haber entregado la carne a un grupo inversor. Sino, por el apoyo incondicional
de sus simpatizantes. Ese es el caso de Temperley de Argentina. El club que
volvió de las cenizas y se hizo inmortal.
Mirando a la
muerte
Se terminaban los
80 y la hiperinflación se había comido no solo el salario de los argentinos,
sino que también al primer gobierno electo tras la vuelta a la democracia.
Temperley encaraba un doble descenso de Primera a la segunda división y de esta
a la tercera o B Metropolitana, además de una deuda que hacía insostenible
seguir operando. El club fue pionero en caer en convocatoria de acreedores
(algo que les sucedió a muchos clubes en el país en años posteriores) y a fines
de 1991, el juez José María Durañona decretó la quiebra del club debido a la
falta de pagos por un monto de aproximadamente de 400 mil dólares.
El club cerró sus
puertas a la espera del remate de su estadio y su sede social además de otros
terrenos. Todos sus jugadores, los profesionales y los de inferiores, quedaron
libres y el club a merced de sus acreedores, entre ellos el más importante:
Futbolistas Argentinos Agremiados.
Por entonces, de
nada servía ir a pedir un préstamo a AFA que no trató al club como hizo con
otros. No había políticos que se rasgaran las vestiduras hipócritamente como
pasaría en un futuro por otras instituciones, ni había ningún capital
interesado en aportar un granito de arena para no perder a uno de los clubes
más importantes de la zona desde 1912.
Solos, ignorados
por todos y atrapados en la mayor desesperación que genera la impotencia de los
gritos no escuchados, sus socios no bajaron los brazos. Lejos de buscar otros
colores para apoyar, los hinchas de Temperley pelearon por dos años por
devolverle la vida a su club.
El milagro de la resurrección
Las marchas de
los hinchas comenzaron a hacerse escuchar y fueron ellos los que iniciaron la
resurrección del club. Gracias al dinero recaudado a través de rifas, fiestas,
peñas, más el aval que ofrecieron algunos socios que llegaron a hipotecar sus
casas se logró la vuelta a la actividad bajo la tutela de un síndico, Nelsón Codina
y un Consejo de Apoyo formado por socios del club. Sí, lograron poner de pie
nuevamente a Temperley. Ellos, sin banderas políticas, sin empresarios
oportunistas ni dirigentes de AFA solidarios. Solo los hinchas evitaron que el
Celeste de Turdera desapareciera completamente, un hecho sin precedentes en la
historia del deporte.
El club fue
afiliado nuevamente en AFA, pero arbitrariamente decretaron que descendiera
hasta la Primera C, allá por 1993. El Gasolero rápidamente logró volver a la B
Metropolitana en 1995 y consiguió un par de ascensos a l Nacional B dónde se
mantuvo un solo año en ambas ocasiones.
En 2001, los
socios volvieron a tener el poder en el club, sin necesidad de un síndico ni de
la intervención de la Justicia, cuando se firmó el tan esperado levantamiento
de la quiebra. Sin embargo, recién en noviembre de 2008 se llegó a un acuerdo
con Futbolistas Argentinos Agremiados para terminar de arreglar las
cuentas.
En 2014
conseguiría el hito de lograr dos ascensos en un año y volver a Primera 27 años
después de la tormenta más grande que un club de fútbol puede vivir. En la
máxima categoría no solo logró mantenerse por tres años y medio, sino que al volver
al Nacional sus cuentas estaban en superávit. El club no debía nada a nadie.
Ninguna otra
hinchada en el mundo consiguió semejante hazaña, ningún otro club salió inmune
a la desafiliación sin perder su historia, sus colores, sus símbolos y sus
propiedades. Fueron como si esos dos años nunca hubieran ocurrido.
Hoy Temperley se
encuentra en la segunda categoría con campañas buenas, regulares y malas, pero
sabiendo que no existe nada que pueda matarlo, vivirá por siempre porque se
convirtió en el primer club Inmortal.
Mar Val
Con información
del Departamento histórico de Temperley y archivo diario La Unión.
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