Goleada. Tan clara como contundente, tan
legítima como oportuna. Independiente se metió en zona de clasificación a
la Copa Libertadores y apoya la cabeza en la almohada para soñar con su
pasado más glorioso y menos reciente.
El partido comenzó y fue entretenido de entrada. En un momento fue palo por palo, situación por situación. Cada ataque de Unión era contestado por un ataque de Independiente. Pero las llegadas tenían más claridad en las propuestas ofensivas del equipo de Avellaneda. Casi todas de contraataque, herramienta útil cuando la precisión es una virtud colectiva, como lo fue entre los ejecutantes de la visita: Barco, Rigoni, Benítez, expresiones más altas de esta cualidad. Se le sumaban las proyecciones desequilibrantes de Bustos y Sánchez Miño por los laterales, y para Unión esto fue demasiado.
Buena gestación entre Sánchez Miño, Benítez y Barco, derivó en Rigoni, que no perdonó. Uno a cero y todo lo que se daba hasta esos 32 minutos se dio con más nitidez. Independiente pudo liquidar el partido. Sí. Tuvo dos muy claras, siempre de contra y ambas en pies del joven y desequilibrante Barco.
Y el complemento inició con la
misma sintonía, pero con una polémica: el árbitro Etchenique no vio
penal en una jugada de Barco que eludió a Castro dentro del área. El
arquero pareció tocarlo con su mano en el pie izquierdo. Amonestado
(mal) el creativo por simular.
Esto no pareció enfocar la bronca de los jugadores contra el juez. Siguieron con entereza su juego, cada vez más aceitado, cada vez más efectivo. Es así que el Rojo terminó oncretando una goleada con otro tanto de Rigoni y Lucas Albertengo, para un 3-0 inojetable de visitante, la condición en que más rinde (sacó 33 puntos de los 52 que tiene, el de mejor rendimiento entre los 30 equipos).
Le dará la chance este torneo de ingresar a la Libertadores 2018. De darse, es un objetivo merecido. Por lo hecho en la última parte del torneo, por haber encontrado un funcionamiento, por haber recuperado la confianza en jugadores que se revalorizaron. En definitiva, por ser un equipo. Y eso, en el fútbol argentino no es poco.
El partido comenzó y fue entretenido de entrada. En un momento fue palo por palo, situación por situación. Cada ataque de Unión era contestado por un ataque de Independiente. Pero las llegadas tenían más claridad en las propuestas ofensivas del equipo de Avellaneda. Casi todas de contraataque, herramienta útil cuando la precisión es una virtud colectiva, como lo fue entre los ejecutantes de la visita: Barco, Rigoni, Benítez, expresiones más altas de esta cualidad. Se le sumaban las proyecciones desequilibrantes de Bustos y Sánchez Miño por los laterales, y para Unión esto fue demasiado.
Buena gestación entre Sánchez Miño, Benítez y Barco, derivó en Rigoni, que no perdonó. Uno a cero y todo lo que se daba hasta esos 32 minutos se dio con más nitidez. Independiente pudo liquidar el partido. Sí. Tuvo dos muy claras, siempre de contra y ambas en pies del joven y desequilibrante Barco.
Esto no pareció enfocar la bronca de los jugadores contra el juez. Siguieron con entereza su juego, cada vez más aceitado, cada vez más efectivo. Es así que el Rojo terminó oncretando una goleada con otro tanto de Rigoni y Lucas Albertengo, para un 3-0 inojetable de visitante, la condición en que más rinde (sacó 33 puntos de los 52 que tiene, el de mejor rendimiento entre los 30 equipos).
Le dará la chance este torneo de ingresar a la Libertadores 2018. De darse, es un objetivo merecido. Por lo hecho en la última parte del torneo, por haber encontrado un funcionamiento, por haber recuperado la confianza en jugadores que se revalorizaron. En definitiva, por ser un equipo. Y eso, en el fútbol argentino no es poco.
Comentarios
Publicar un comentario