RACING

En el último partido de la fase de grupos, Racing, que perdía por 2 a 0, derrotó por 3 a 2 a Deportivo Táchira en el Cilindro. Diego Milito, Gustavo Bou y Brian Fernández convirtieron para la Academia, que terminó con 12 puntos.
Era una noche que quizás más de uno imaginaba relajada pero la realidad es que terminó siendo una cita cargada de tensiones y de angustias. Al final, en una desenlace agónico, con el suspenso dominando por completo el terreno, Racing se aferró a un triunfo vital para sostener bien arriba el ánimo. Fue por 3 a 2, en la pelota decisiva, ante un Deportivo Táchira que, pese a estar ya eliminado, cumplió un digno papel. Fue en el Cilindro, en el cierre de la fase de grupos, para clausurar la etapa inicial de la Copa Bridgestone Libertadores con la ilusión encendida.
Con el campo y con la iniciativa. Ante su gente, el campeón del fútbol argentino no quiso saber nada con las especulaciones y fue de entrada en busca del triunfo. El tropezón en Paraguay pareció dejar señales claras de qué cosas no había que repetir y el equipo de Diego Cocca eligió ir para adelante. Tres hombres atrás, Iván Pillud parado casi como mediocampista, Oscar Romero como enlace y la dupla delantera titular ubicada entre los centrales adversarios. La visita, en cambio, replegó líneas y achicó los espacios para no darles libertad a las piezas académicas. La escena quedó establecida desde el arranque y el desafío para Racing pasó a ser acertar a la hora del ataque. Algunas insinuaciones en los primeros minutos contribuyeron a crear sensaciones positivas en el ambiente. Pero nada sería fácil.
Una buena maniobra colectiva a los 8 podría haber destrabado el cero. Romero envió un centro con rosca y Washington Camacho apareció solo para conectar. El cabezazo se fue por encima del travesaño. De a poco, Deportivo Táchira fue tratando de escapar del asedio y lo logró progresivamente a partir de la prolija circulación de la pelota. Yohandry Orozco fue el eje del toque corto y su técnica complicó la recuperación del balón. Además, algunos contragolpes veloces explicitaron ciertos desajustes al momento de las transiciones. Pese a esto, era la Academia la que más generaba porque, aunque sin mucha profundidad, conseguía instalar el desarrollo cerca de José Contreras. Sin embargo, como ya se sabe, los goles hay que hacerlos y fue la visita la que dio en el blanco: a los 29, en una acción aislada, José Alí Meza encaró desde la derecha y definió con precisión contra un poste.
El tanto aceleró las pulsaciones del dueño de casa, que se apresuró para llegar a la igualdad. Sin lucidez en la elaboración, los centros fueron el mecanismo principal para arrimarse con peligro. Pudo haber empate antes del descanso pero el palo –tras un desvío en el arquero- rechazó un potente remate de Gustavo Bou desde un costado del área. De cara al complemento, la misión era elegir bien pero casi no hubo tiempo de intentarlo. Iban apenas tres minutos cuando, en otro avance rápido, Alí Meza se sacó de encima a su marca y convirtió con un tiro esquinado. Más allá de que quedaba todavía mucho, la preocupación era grande. Pero no se entregó la Academia. Brian Fernández reemplazó a Romero y el equipo dispuso de tres puntas fijos. Con todo fue por la remontada.
Por algo es el símbolo. Diego Milito, que no había tenido demasiada participación hasta el momento, asomó a puro oportunismo a los 12 para empujar a la red y dejar así a los suyos a tiro de la igualdad. Fue por todo y con todo Racing. Pillud lo tuvo de cabeza pero Contreras reaccionó justo y mandó la pelota al córner. Fernández probó desde afuera del área y el travesaño devolvió el disparo. Marcos Acuña entró por Camacho y la presión se sostuvo. El empate estaba al caer y, finalmente, llegó a los 24. Bou, a la salida de un córner, la envolvió de derecha por detrás del último defensor para quebrar la resistencia venezolana y anotar por séptima vez en el certamen.
La última variante fue el ingreso de Facundo Castillón por Cerro. Con más vehemencia que concepto, con el desequilibrio individual como bandera, la Academia insistió hasta la bola final. Y se le dio. Cuando el reloj indicaba exactamente 45, Fernández tomó un rebote en la medialuna y sacó un remate seco que se filtró entre las manos de Contreras. La felicidad inundó el Cilindro de golpe y, en el cierre de la primera fase, la alegría asomó para quedarse en la noche de martes. Ahora, con el sueño a cuestas, será el turno de enfocarse en lo que viene.

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